jueves, 14 de octubre de 2010

Esa estrella era mi lujo

Clara lo había dejado y el no lo podía aguantar. Había sido un martillazo en el ego, similar a que le cortasen los testículos. Por lo tanto se los arrancó y los colgó del clavo que sostenía el espejo que estaba frente a su cama, para recordar cada segundo lo sucedido y la venganza.
Clara… tan buena que parecía. A ella se le podía arrancar nada más el pelo. Pechos no tenía, ni ninguna otra cosa que le cuelgue a simple vista. El sucumbía de ganas de enredarle las trompas de Falopio, luego estrujarlas y tirarlas por el retrete. Pero era imposible llegar dentro de ella. Sabía que solo podría rozarla por casualidad, mirarla con despecho y restos de amor.

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