Se sentó a esperarlo en el café que habían acordado. Llegó puntual, como siempre. A los quince minutos de esperarlo, sus piernas comenzaron a moverse. Al advertir cuanto se notaba su impaciencia y ansiedad, agarró con discreción los cubiertos y comenzó a cortarse las piernas desde la raíz. Antes verificó tener la gotita en la cartera.
Mariano llegó media hora tarde, ella lo tomo de la muñeca izquierda y con un sutil pero fuerte movimiento le rompió la muñeca donde llevaba puesto el reloj. Le envolvió una servilleta en la mano manca y le mostró los treinta minutos de retraso.
Su tiempo valía más que el oro, más que la mano izquierda de su pretendiente, más que sus dos piernas.
Mariano llegó media hora tarde, ella lo tomo de la muñeca izquierda y con un sutil pero fuerte movimiento le rompió la muñeca donde llevaba puesto el reloj. Le envolvió una servilleta en la mano manca y le mostró los treinta minutos de retraso.
Su tiempo valía más que el oro, más que la mano izquierda de su pretendiente, más que sus dos piernas.
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