martes, 19 de octubre de 2010

El temblor

Se sentó a esperarlo en el café que habían acordado. Llegó puntual, como siempre. A los quince minutos de esperarlo, sus piernas comenzaron a moverse. Al advertir cuanto se notaba su impaciencia y ansiedad, agarró con discreción los cubiertos y comenzó a cortarse las piernas desde la raíz. Antes verificó tener la gotita en la cartera.
Mariano llegó media hora tarde, ella lo tomo de la muñeca izquierda y con un sutil pero fuerte movimiento le rompió la muñeca donde llevaba puesto el reloj. Le envolvió una servilleta en la mano manca y le mostró los treinta minutos de retraso.
Su tiempo valía más que el oro, más que la mano izquierda de su pretendiente, más que sus dos piernas.

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