viernes, 17 de septiembre de 2010

Mi rock perdido

Desesperado, estaba desesperado buscando por todos los rincones de su vida. No soportaba la idea de no padecerlo, no sentirlo de no escuchar sus latidos. Se metía la mano por la boca, raspaba su garganta con el reloj para explorar el interior de su cuerpo y no encontrarlo. Se lo habían robado y eso no lo dejaba vivir en paz. Se sentía vacío. Cito entonces a las cinco mujeres de su vida y les exigió que se lo devolviesen. Gritaba y las sacudía sin juicio. Ellas negaban rotundamente. Lloraban sin desconsuelo, le suplicaban que les creyera. El, convencido que alguna de ellas se lo había hurtado no las dejaba tranquilas ni siquiera una milésima de segundo. Perras inmundas, les gritaba lleno de ira. Ahora exploraba en sus gargantas hasta dejarlas sin aire, sin vida. Una por una fue asfixiando en busca de su corazón que yacía en realidad, lleno de odio y desesperanza en su interior. Hasta el bárbaro tiene corazón.

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