jueves, 4 de noviembre de 2010

Jugando con Fuego

Franco no la quería ver más, ella era el vértigo constante en su vida. Pero compartían dos materias en la universidad. Entonces se sentaba adelante para no verla, o se arrancaba los ojos con una cuchara de postre cuando se sentaba atrás. Pero de tanto en tanto se ponía uno para espiarla. Lorena era irresistible para el. Lo seducían su sonrisa en forma de guirnalda, su vaho insoluble y su melancólica mirada.
Se pasaba la mayor parte de su tiempo delirando por ella con los sesos encendidos. Fuego, se prendía fuego por dentro. En el momento que más ardía se evaporaban sus razonamientos para convertirse únicamente carne y perdición. Entendiendo a la carne como la pasión desenfrenada. Entendiendo a la perdición como esas ganas locas de mirarla, besarla y tocarla constantemente. Franco deseaba el perenne de ese calor que lo invadía cuando Lorena en su imaginario le entregaba su amor. Entendiendo al amor como el sexo, y como el sexo al amor.

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