El cuento de la buena pipa

Quiero un mundo feliz (Huxley) y eso no va a acompañado de cien años de soledad (García Marquez). Ya no quiero seguir jugando a la rayuela (Cortazar) y aprendiendo el Aleph (Borges). No tengo miedo de que me asuste algún tipo de Frankenstein (Wollstonecraft Shelley), Drácula (Stoker) o el lobo estepario (Hesse). No me da miedo ni siquiera el túnel (Sabato) más oscuro.
No voy a realizar ningún tratado de la desesperación (Soren Kierkegaard) con tal de conseguir eso que llaman la utopía (Tomas Moro), ya que no hay que ser ningún príncipe (Maquiavelo) para lograrlo. Con el solo hecho de ser humano, demasiado humano (Nietzsche) y creer en uno mismo alcanza. Los siete locos (Arlt) pueden afirmarlo. Pero no confien en los miserables (Victor Hugo).
Yo soy el jugador (Dostoievski) de la odisea (Homero) de mi vida, mi propia vida, que es como la isla misteriosa (Verne). La guerra y paz (Tolstói) me acechan todo el tiempo... Pero de eso se trata ¿no? De vivirla lo más agitado posible. De vivirla.

Hay veces que me encantaría jugar a sangre fría (Capote) pero siento de más, por suerte o mala suerte según la ocasión. Debería realizar el proceso (Kafka) correspondiente para controlar eso que siento.
Voy sin orgullo y prejuicio (Austen), voy enfrentándome a todo sin anteponerme. Simplemente animándome. Al fin y al cabo la vida es como la divina comedia (Alighieri). Te reís, te enojas, lloras, sonreís… es la metamorfosis (Kafka) constante.