Martina desde que conoció a Ciro convivía con una contradicción. Vivía con miedo a perderlo y con miedo a tenerlo al mismo tiempo. Dos partes del cuerpo se escondían de sus miedos. Y el que tiene miedo todos son ruidos, decía Sófocles. El aparecía y ella temblaba sin cesar. Cansada y aturdida, aprovecho que estaba aspirando las alfombras de su casa y se aspiro el cerebro y el corazón. Pávidos. Miedosos. Ahora van a ver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario